Aunque así lo insistan algunos, la absolución del policía de raza blanca Darren Wilson, por parte de un gran jurado, no es un caso aislado. Cuando Wilson asesinó a tiros al joven afroamericano Michael Brown, el hecho se convirtió en un capítulo más de una obra; la misma tiene las páginas teñidas en sangre.
Desde los infames años del Ku Klux Klan y la segregación racial -con sus atroces consecuencias- hasta los recientes disturbios en Ferguson Missouri, el fantasma de la discriminación racial sigue presente en el sistema policial y judicial estadounidense.
A pesar de tener un presidente afroamericano, la nación que ¨hace de custodio¨ de los derechos humanos (DDHH), en el mundo, parece tener serios problemas con respecto al tema, en casa propia.
Es así que la problemática estadounidense de los derechos humanos puede analizarse a partir de tres variables: racismo, militarización de las fuerzas policiales y el culto a las armas. De modo que cuando la ciudadanía sale a las calles a incendiar vehículos y comercios, no se trata de una simple catársis de parte de un grupo de individuos antisociales.
Al contrario, es evidencia de un malestar generalizado que entra en conflicto con el status quo; es la voz de una ciudadanía harta de la injusticia socioeconómica, de la discriminación y del atropello de unas autoridades paramilitares que se encuentran al servicio de patrones corporativos.
Es aquí donde los intereses de los productores de armas ingresan en la escena. Y es que para estos ¨mercaderes de la muerte¨ es mucho más conveniente que los estadounidenses se sigan matando los unos a los otros. No importa si aquello es parte de crímenes judiciales o extrajudiciales.
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Fuente:Youtube.com
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